martes, 20 de febrero de 2018

Los paraísos artificiales - Charles Baudelaire



Sinopsis; Los paraísos artificiales:
En este ensayo encontraremos profundas reflexiones sobre sustancias que se estaban utilizando con frecuencia en los 1800: el hachís y el opio. El autor nos introducirá en los efectos que ambas provocan, partiendo de anécdotas y testimonios, para desmenuzar la experiencia y poder así analizarla profundamente desde una perspectiva por lo demás humanista, en cuanto a lo que significa para un individuo como para una sociedad el consumo de dichas sustancias.

Sobre el autor: 
Charles Baudelaire nace en Francia en 1821. Fue poeta, ensayista, critico de arte y traductor francés. Su vida bohemia, marcada por los excesos y siempre vinculado a los bajos estratos sociales, le otorgaron un lugar entre los poetas malditos. Su obra más importante pertenece al género lírico: Las flores del mal (1857) fueron censurados varios poemas y acusado de "ultraje a la moral pública", hoy es considerada una de las obras más importantes del siglo XX. Muy deteriorado debido a la sífilis y sin ver aceptación de su obra muere en 1867.

Rompiendo el silencio, temática y tabú:
Antes de entrar en aspectos profundos de la obra me gustaría señalar el hecho de que fue publicada en 1860, en una época en donde publicar un libro sobre el hachís u el opio era mucho más difícil de lo que podría resultar en la actualidad. Sin embargo Baudelaire no solamente escribió este genial ensayo sino que además lo hizo sin tapujos, sin romantizar y sin condenar a sus consumidores. El propósito de este ensayo no es ir de moralista, sino ordenar la información con respecto a la temática, poder reflexionar honestamente sobre ella y sus consecuencias. Esto, si bien carece de un punto de vista estrictamente científico, constituye un excelente punto de partida para adentrarse en el tema, sobre todo hoy cuando alrededor del mundo, y puntualmente en Uruguay, se comienza a despenalizar una droga como la marihuana.

Vieja historia, las drogas:
Hablar de hachís y opio en la actualidad no es estar precisamente a la moda. En nuestros tiempos es más fácil escuchar sobre paco, heroína, cocaína, pasta base o marihuana. Sin embargo me estarían faltando un sinfín de drogas “legales” a las que accedemos como por ejemplo la cerveza, que tengo en la heladera, que contiene alcohol, los cigarrillos, el café o incluso el mate cuya falta me provoca fuertes dolores de cabeza. También podemos tener en nuestro hogar medicamentos opioides y opiáceos que funcionan como analgésicos. ¿A qué quiero llegar? Básicamente estamos rodeados por sustancias que utilizamos para alterar nuestra naturaleza, ya sea para estimularnos, para mejorar nuestro rendimiento, atenuar dolencias, etc. Y esto no es algo nuevo ni reciente en nuestra historia como humanidad.

“Por ello, considerando solo la voluptuosidad inmediata y sin preocuparse de si violaba las leyes de su constitución, el hombre ha buscado en la ciencia física, en la ciencia farmacéutica, en los licores más vulgares, en los perfumes más sutiles, bajo todos los climas y en todas las épocas, los medios de escapar, aunque fuese por unas horas, de su morada de barro, y, como dice el autor de Lázaro, de <<alcanzar de golpe el paraíso>>”

Objetivo arte:
El uso de drogas no solamente está extendido a través del tiempo y la geografía, sino que es transversal a todas las clases sociales y a todas las profesiones, sin embargo en el mundo del arte es ampliamente aceptado, se ha naturalizado el coqueteo juguetón que tanto artistas plásticos, escritores, escultores o fotógrafos puedan realizar con las drogas, el fin es llegar a un clímax artístico, lograr una gran obra, una gran revelación. Sin embargo Baudelaire pone esto en entre dicho apuntando directamente a una consecuencia del consumo: la perdida de la voluntad y la pérdida del control. 

“Balzac estaba convencido de que no hay para el hombre vergüenza mayor ni sufrimiento más vivo que la abdicación de su voluntad”

No podemos pasar por alto la emblemática frase de Picasso: “La inspiración existe pero tiene que encontrarte trabajando”, si cualquier sustancia diera genialidad por sí misma, ¿cuántos genios en todas las áreas debería haber en este momento?, ¿no debería estar ya solucionada el hambre en el mundo y los grandes problemas de la humanidad?  Hace poco leía a Bukowski en “La máquina de follar” y me encuentro esta breve pero contundente reflexión que viene a tema: “Y es propio de la mayoría de los artistas probarlo casi todo, son aventureros, desesperados, suicidas. Pero la hierba viene DESPUÉS, el Arte ya está allí, viene después de que el artista ya esté allí. La hierba no produce Arte (…)”.

Baudelaire va más allá en este razonamiento, no solamente se limita a fines artísticos, sino que se plantea las consecuencias para una sociedad, para la humanidad entera el vivir en un estado de letargo, de ensueño. Como podemos imaginar no es positivo.

“(…) ¿Cabe imaginar un Estado en el que todos los ciudadanos se embriaguen con hachís? ¿Qué ciudadanos, qué guerreros, qué legisladores serían estos? Incluso en Oriente, donde su consumo se encuentra tan extendido, hay gobiernos que han visto la necesidad de proscribirlo. Y, en efecto, bajo pena de decadencia y de muerte intelectual, le está prohibido al hombre alterar las condiciones primordiales de su existencia y romper el equilibrio entre sus facultades y el medio ambiente en donde se hallan destinadas a manifestarse, es decir, le está prohibido modificar su destino sustituyéndolo por una fatalidad de nuevo cuño.”


El gran testimonio:
Una piedra fundamental en este ensayo la constituye la obra de otro autor: Thomas de Quincey quien escribió “Confesiones de un inglés comedor de opio” en 1822, relatando su experiencia personal de manera muy detallada, desde su infancia, situaciones extremas vividas que lo acercaron al consumo, la curiosidad artística y el difícil camino para abandonar la adicción con los terribles efectos que conlleva. Baudelaire se apoya en este extenso testimonio, lo va devanando y analizando. Es la parte más pesada del ensayo, pero no tiene desperdicio.

“¡Qué horrible situación! ¡Tener el espíritu rebosante de ideas y no poder atravesar el puente que va de los campos imaginarios del ensueño a la cosecha real de la acción! Si quien me está leyendo ha conocido lo que se necesita para producir, no necesito describirle la desesperación de un espíritu noble, perspicaz y hábil, que lucha contra una condena tan singular. ¡Qué abominable sortilegio!”

Finalizando:
Es un ensayo por demás interesante, escrito desde una posición que si bien es contraria al consumo, no se basa en la moralidad o la corrección política, sino que busca adentrarse en las consecuencias reales que implican para el ser humano estas sustancias. Creo que es un libro que puede ser un detonador de un buen y necesario debate, sobre todo en la actualidad, donde más allá de que se comprueben beneficios médicos de distintas sustancias como la marihuana, se está poniendo de moda un consumo simple y llanamente recreativo. Sin objetivos claros, con un control precario en cuanto a cantidades pero no teniendo en cuenta la particularidad de cada persona y su grado de posible adicción. ¿Qué tipo de sociedad compartiremos el día de mañana?, ¿cuánto estamos dispuestos a sacrificar por un alivio pasajero? Quizás también sea necesaria una conversación de otro tema que queda solapado: ¿podemos crear una sociedad más saludable que no acorrale al escapismo sin sentido a sus ciudadanos?

2 comentarios:

  1. Hola Lucía! qué planteamientos levantás al final!!!! Entiendo y respeto todos los tipos de consumo, me molesta un poco el tema de que la gente en vez de aburrirse o de sufrir viva "anestesiado" pero hay tantas cosas que nos tienen alienados, las pastillas "anti depresivas", las redes sociales, bla, bla, bla.
    Bradbury en "Farenheit", 1953 ya nos llamaba la atención sobre el impacto de las pastillas para dormir, para no pensar o como diría Sabina "para no soñar" y la tecnología.
    Y sobre la vinculación de las drogas y el arte creo que es obvio que primero está el talento y después las drogas pero también creo en la idea "romántica" del artista como alguien "sensible" capaz de captar e intentar modificar a través del arte, su entorno. Vulnerable a lo cotidiano, por ese lado entiendo la idea de expandirse o de aislarse. Tal vez sea un viaje mío (sin drogas) pero me gusta esa idea.
    Ahora pienso en H.Quiroga que tenía una vida de mierd..., ¿se habrá drogado? ja,ja,ja!
    Abrazo

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    1. Jajaja! Pobre Quiroga se lo dejaríamos pasar.
      Si, es un tema muy actual, y como bien nombraste se expande a la tecnología y los medicamentos, también aclaro que estoy muy sensible con el tema. Yo vivo en Minas y te habrás enterado de las cosas que han pasado en la última semana relacionada al narcotráfico. Además que en el barrio donde vivía hasta hace poco, la casa de mi padre, ves todo tipo de cadáveres andantes, muchos incluso fueron mis compañeros durante toda la escuela y los ves demacrados por la pasta base. Te digo que te empieza a comer la cabeza, y sé además porque compartí el liceo, que todo arrancó tonteando con la marihuanna y derrepente se meten en cualquiera.

      Todo bien con el consumo, hasta yo le tengo curiosidad, pero creo que los controles son totalmente insuficientes y los objetivos que se persiguen al consumir son errados, para pasar bien un rato no podemos sacrificar nuestra integridad. Cuando entrevistaban a los primeros que compraban la marihuanna legal, no sé si habrás visto el noticiero, muchos comentaban que cuando no había stock se iban a las bocas a pesar de lo que pudiera pasar, no es normal. No voy a comprar agua si hay peligro de que me balee o me roben. Es una comparación burda, pero a lo que voy es que consumo responsable y a conciencia hay poco. Es una vieja historia, probable nunca se solucione jaja.

      Gracias por pasar Laura y por tu siempre interesante comentario.
      Beso!

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