Sinopsis, Yugoslavia:
Nos situamos en un hostil Estados Unidos, nuestros personajes han venido a parar a este país intentando escapar de Uruguay, de sus rutinas o de vínculos poco saludables, incluso de ellos mismos. La historia se desarrollará en el marco de la insatisfacción diaria, de la poderosa presión monetaria y en un contexto marcadamente racista.
Sobre el autor:
Nos situamos en un hostil Estados Unidos, nuestros personajes han venido a parar a este país intentando escapar de Uruguay, de sus rutinas o de vínculos poco saludables, incluso de ellos mismos. La historia se desarrollará en el marco de la insatisfacción diaria, de la poderosa presión monetaria y en un contexto marcadamente racista.
Sobre el autor:
Matías Núñez nace en 1981, en Caracas, Venezuela; desde los dos
años vive en Montevideo, Uruguay. Con esta, su primera novela,
recibe el Gran Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la
Banda Oriental” en 2013. Paralelamente a su labor como escritor,
escribe crítica literaria y es profesor de Literatura.
El sueño falaz:
Estados Unidos se ha convertido, en nuestro imaginario colectivo, en
una especie de sueño donde todo es posible: codearte con las
estrellas en un supermercado, asistir a los eventos más relevantes
internacionalmente y ser de alguna manera participe de esa historia
particular de la fama; un lugar en donde encontrarás -y podrás
adquirir- el último grito de la moda, cine, tecnología y placeres
diversos. Claro está, si tienes la nacionalidad, el color de piel
necesarios, y por supuesto, el dinero para pagarlo todo. Si no
cumples algunas de estas variables las puertas del cielo están
cerradas para ti, deberás recurrir a empleos monótonos, casi de
esclavo, mal pagados y con muy pocas gratificaciones. El autor
contrapone esta visión mezquina, gris y cruel de este país con la
vida que dos de nuestros protagonistas llevaban en Uruguay, al punto
que como lectora te tomas la cabeza con las dos manos y quedas
horrorizada por el sacrificio de esta vida sencilla, humilde y
pacífica que le ofrecía nuestro país, al menos de manera
particular, a Juana y Facundo.
Estados Unidos se convierte en el objeto de deseo idealizado, que
termina siendo una gran mentira, un castillo de naipes que
se derrumba a los pies de nuestros protagonistas.
La nacionalidad
como identidad:
A lo largo de la novela tenemos acceso a los lugares más sórdidos
del “Primer Mundo”: las precarias condiciones de trabajo, las
pocas garantías laborales, la selección para determinadas tareas
por lo general mal pagas y poco salubres, así como el hacinamiento y
el perpetuo miedo a ser encontrado por un policía que descubra que
la visa ha expirado -o que nunca has tenido una- y que te tienes que
marchar. Sin embargo hay que destacar el efecto contrario de la
nacionalidad: la hermandad latinoamericana patente en la novela, en
donde encontramos mexicanos, venezolanos, argentinos, uruguayos, etc,
ayudándose y sintiéndose confraternizados en medio de este paraje
hostil. Incluso entre ellos la nacionalidad es un modo de
identificarse, no de manera negativa, no viéndose como forasteros
entre si, sino como iguales en lo diferente.:
“(...) Yo ni la conocía a la mexicana, pero la veía todas las
mañanas salir de su apartamento con su uniforme de la lavandería y
un día la paré en el estacionamiento y le pedí que me consiguiera
una plantilla de aplicación. Así, sin vueltas. Y la mexicana me la
trajo. Y cuando al fina entré a trabajar, a ella le dieron 120
dolares por reclutamiento y la mujer me los prestó para ayudarme a
comprar un coche, porque también hay cristianos buenos.”
Uruguay como vara
de medir:
Uruguay es una presencia constante en la novela, es un punto de
partida con el que el narrador contrasta todo, no solamente lo
relacionado a la situación anterior de nuestros protagonistas, que
sabemos que no era tan mala, sino también en cuanto a los recursos
intangibles que se han llevado consigo. Como Juana se asombra de el
descuido bucal de una de sus compañeras de trabajo, como nos muestra
que otra no sabe el significado de la palabra “astronauta”, como
ninguno de los otros personajes a los que accedemos llega a Estados
Unidos con una profesión como es el caso de Facundo, o al menos con
los estudios completos.
“Ahora Juana le dirige una mirada a María y esta le devuelve
una sonrisa rectilínea, una mueca premeditada que logra al enfundar
con el labio superior su paleta viuda de pareja, ominosamente blanca
junto a la oscuridad simétrica que se e dibuja en la boca. Juana no
puede entender que esa mujer que se gasta fortunas en teléfonos
celulares no considere valido invertir en sus dientes y prefiera
sonreír así, mal, pensando cada vez en ocultar ese bostezo diminuto
que se planta en medio de la dentadura.”
Notese el detalle que los uruguay@s siempre sabemos como gastar
-mejor- el dinero.
El título de
plomo:
Me ha impactado de manera particular la negativa de Facundo a no
querer trabajar en nada que le implique alejarse del rubro para el
cual se preparó: el diseño gráfico. Debajo de su negativa hay
muchísimo orgullo y también un cierto prejuicio hacia actividades
manuales. Facundo las
desprecia, porque ellas implican que el impecable diseñador gráfico
que estudió toda la carrera, que recibió ese preciado título y se
preparó para una actividad intelectual de alta estima, al final,
tiene que terminar ajustando tornillos. Un golpe directo a su
orgullo. Esta experiencia me ha tocado de cerca, he sentido lo mismo
que Facundo.
“No, papá, lo de trabajar de mecánico no es lo mío. Yo no
estudié para terminar apretando tornillos. Fue solo un día y me
alcanzó.”
Horacio como
representación de la decadencia:
Este personaje completa la triada protagonista, es un personaje
detestable, violento, en él se conjugan las líneas narrativas más
fuertes y turbias. No solamente por el camino que elige para obtener
dinero fácil, siendo sujeto de experimentación médica con
medicamentos dudosos, sino por su relación conflictiva con las
mujeres, por sus obsesiones pedófilas, por su debacle en manos de
las drogas y el alcohol. Es a su vez un personaje que nos sumerge en
el pesimismo, ya que no parece poder ser salvado, ni por otros ni por
si mismo. Condenado a ser maldito así esté en Estados Unidos, en
Uruguay o donde sea, cargará con su infierno personal que puede
sumir todo a su alrededor.
“(...) En algún momento, la muchacha se recostó sobre su pecho
y le dio un beso en la mejilla. Este inesperado gesto de cariño lo
enfureció súbitamente y la sujeto por las axilas, la levantó en el
aire y la tiró contra la ventanilla. La muchacha lo miró
confundida, temerosa. Cada uno de los golpes de puño con los que
Horacio atacó a la mujer parecía ser una manera de castigarla por
la culpa que le había generado esa mirada. Y con cada golpe la culpa
aumentaba y, por tanto, aumentaba también su furia. Cuando todo
terminó, Horacio abrió la puerta del coche sobre la que se
recostaba la mujer desmayada y su cuerpo inerte cayó sobre el
pavimento.”
Finalizando:
Esta novela es muy buena y recomendable. Es muy crítica con las
realidades menos visibles e intenta ser un retrato cruelmente sincero
de ellas, aunque sujeto a las propias vivencias del escritor en el
país del norte en el que vivió unos meses. Hay una visión
melancólica sobre Uruguay, sobre las pequeñas comodidades que nos
cuesta apreciar, como el tener transporte público, cobertura médica,
seguridad social, el buen nivel cultural, acceso educativo, así como
mejores ofertas de empleo. Cualquier uruguayo podrá criticar
diversidad de factores dentro de esta enumeración, pero ahí están
y todos hacemos uso de ellas.
También rescato un montón de jergas latinas que contribuyen a una
narración amena, como cuando los uruguayos intentan diferenciando de
los argentinos diciendo que somos parecidos pero mejores. Uno termina
identificándose en muchos puntos con los personajes, sus maneras de
pensar y actuar, muy uruguayos.
MI PUNTUACIÓN:
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